Innovación y Gerencia. Revista científica arbitrada
Vol. II. Nº. 1, Abril 2009, pp. 11 - 24
UJGH · ISSN 1856-8807
La Modernidad como proyecto de imponer
la razón a la sociedad
Francisco Ávila Fuenmayor*
Resumen
El propósito del artículo es presentar las principales consecuencias de la
implantación de la razón cartesiana en la Modernidad. La burguesía ne-
cesita un nuevo modelo de razón, para lo cual utiliza los aportes de Des-
cartes con el objetivo de lograr mejores posiciones en la sociedad de la
época. Posteriormente, la globalización invade el planeta convirtiéndola
en una aldea global. La investigación es de tipo documental, ya que des-
cansó en una exhaustiva revisión bibliográfica de textos, revistas y otras
fuentes de información de autores que han escrito profusamente sobre el
tema. En las reflexiones finales, se puede evidenciar que el positivismo
en su epistemología, acusa la invalidez de los discursos religiosos y filo-
sóficos, los cuales deben ser sustituidos por el discurso científico.
Palabras clave: Modernidad, positivismo, globalización.
Modernity as a project to impose reason
on society
Abstract
The purpose of this article is to present the main consequences of im
-
planting Cartesian reason in modernity. The middle class needed a new
model of reason, which used contributions from Descartes in order to
11
* Profesor Titular de la Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt (UNERMB). Vene
-
zuela. Doctor en Ciencias Humanas. Investigador adscrito al Ministerio de Ciencia y Tecnología
como PPI, nivel 2. E-mail: favilaf@cantv.net
Recibido: 23-09-08. Aceptado: 28-02-09
achieve better positions in the society of that time. Subsequently, globali
-
zation invaded the planet, turning it into a global village. This research is
of a documentary type, resting on a thorough review of textbooks, jour
-
nals and other information sources from authors who have written on
the subject. In the final reflections, it can be seen that the epistemology of
positivism accuses the invalidity of religious and philosophical dis
-
course, which must be replaced by scientific discourse.
Key words: Modern, positivism, globalization.
Introducción
El propósito de este artículo es presentar a los lectores, inte
-
resados en los avatares de la Modernidad, algunas de las vetas
gnoseológicas que se generan a partir de tal concepto, especial
-
mente en lo político, social, económico y educativo.
El término Renacimiento, se toma en esta investigación para
indicar el período que va desde la mitad del siglo XV (año 1450,
aproximadamente) hasta los finales del siglo XVI (año 1600, apro-
ximadamente), es decir, el período de siglo y medio en el cual el
movimiento intelectual que se desarrolla se le dio el nombre de
Humanismo. Se utiliza la palabra “aproximadamente”, en virtud
de toda una densidad de artículos, libros y otros escritos que se
publican en la última centuria y divergen en muchos aspectos
históricos, exhibiendo múltiples aportes al conocimiento del re-
nacimiento e incluso, que lucen antagónicos.
En este sentido, se afirma que dicha ambigüedad no resulta
extraña ni excepcional cuando se trata de estudiar la historia de
sucesos, que se producen hace cinco siglos. Existen varios indi
-
cadores a tomar en cuenta: uno de ellos es que toda reconstruc
-
ción de hechos ocurridos en el pasado, dependen del contexto in
-
telectual de la época en que se escriba; esto incluye la cultura.
Otro, es el poder que entra en juego y sus “hogares moleculares”,
hay que recordar a Foucault que presiona a los distintos actores
sobre intereses existentes, y modos de presentar la historia de las
ideas y a partir de los hechos ocurridos en determinado tiempo.
A pesar de la diversidad de criterios y ambigüedades ya se
-
ñaladas, un grupo de escritores, literatos, políticos, insisten en
crear una nueva postura radical en la actitud que los hombres de
-
ben tener frente a la naturaleza, a la vida y al mundo. Dicho cam
-
bio está fundamentado en el regreso del hombre al “renacer” de
un espíritu que lo caracteriza como de la edad antigua (particu
-
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La Modernidad como proyecto de imponer la razón a la sociedad
Francisco Ávila Fuenmayor __________________________________________________
larmente a los griegos y a los latinos); es decir, plantean un retor
-
no a lo clásico, el cual hace que pierda vigencia en el período de la
Edad Media, ya que éste es considerado una época oscura, atra
-
sada social y culturalmente.
En el Medievo y el Feudalismo como sistema político, econó
-
mico y social impera en Europa; durante este período histórico se
sientan las bases del desarrollo de la posterior expansión euro
-
pea, el nacimiento del capitalismo y la modernidad.
En sentido amplio, la palabra Humanismo, significa la pro
-
pensión a usar como modelos para representar la belleza (estéti
-
ca), el legado artístico en escultura, pintura y arquitectura, que
deja la antigüedad clásica y las posibilidades del hombre para re
-
mozar dicha estética; en sus inicios, el término “humanista” era
sinónimo de maestro de literatura clásica.
La Modernidad es un concepto filosófico; se define como el
proyecto que impone la razón como norma trascendental a la so-
ciedad. Según algunos autores (Ballesteros, 2000), aparece en
Florencia, en el año 1420, aproximadamente, con la puesta en
práctica de la perspectiva en la pintura, a raíz de la influencia de
la geometría euclídea en el arte. El uso de esta innovación obedece
a la exigencia de la exactitud en el arte, la cual va a penetrar inme-
diatamente el ámbito científico de Europa y luego el de Estados
Unidos, si se toma el puesto de vanguardia del mismo como para-
digma de todo conocimiento. Dicha postura va influir en que lo vi-
sual supere a lo meramente oral; lo cuantitativo a lo exclusiva
-
mente cualitativo y lo disyuntivo a lo analógico.
Uno de los personajes importantes de la Modernidad, es Re
-
natus Cartesius o René Descartes (1596-1650), quien nació en La
Haya (Turena). De 1625 a 1628 residió en París, luego en Holan
-
da, país que en la época se caracterizaba por la libertad y toleran
-
cia religiosa y filosófica hasta 1649, año en el cual es invitado a vi
-
sitar en Suecia a la reina Cristina, lugar donde murió.
Esta investigación de tipo documental, se justifica por cuan
-
to la Modernidad no tiene sentido histórico sin el concepto de ra
-
zón cartesiana y porque aun cuando hayan transcurridos más de
cuatro siglos de la aparición de Descartes en la escena mundial,
es injusto, si se echa al archivo polvoriento de las ideas en desuso
o al “sarcófago de los saberes del pasado”. Sus aportes a la histo
-
ria de la filosofía son innegables, a la hora de estudiar la Moderni
-
dad, pese a sus múltiples detractores. Además, de allí se despren
-
de toda una serie de acontecimientos que marcan una época,
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como el surgimiento de la burguesía, el capitalismo y la globaliza
-
ción, aspectos que como investigadores sociales merecen de
nuestra atención especial.
1. Bases teóricas
1.1. El concepto de razón cartesiana
El Renacimiento del siglo XVI es el “arriete cultural” para que
en los 100 años que transcurren de 1600 a 1700, la sociedad
pueda liberarse del viejo paradigma que implanta la Iglesia, con
su poder secular con la imposición de métodos rígidos de compor
-
tamiento y actuación del hombre, tanto en su vida pública como
en la privada. Se libran guerras religiosas por el control del poder,
especialmente entre católicos y protestantes; la ciencia y la reli
-
gión, que sirven de grandes fuentes de la verdad, se ven criticadas
por la duda, problema teórico acompaña la condena a Galileo. Así
que en el siglo XVII, la religión que antes unía a los hombres, des-
de el esclavismo, fue utilizada para dominar a los más ignorantes,
ahora divide. Luego de la guerra de los treinta años (1618-1648),
librada en el centro de Europa, surge un reacomodo de los pode-
res entre las naciones, pero se necesita un nuevo modelo de ac-
ción, alineado con la clase social emergente, la burguesía.
En este sentido, la razón cartesiana, llena el espacio dejado
por el viejo orden social que sostiene la Iglesia y le sirve de sustra-
to filosófico a la clase burguesa. De igual modo, el pensamiento
cartesiano sirve para dar respuesta a la incertidumbre de la épo
-
ca, creada por el hundimiento del geocentrismo como modelo
científico y el surgimiento de una nueva forma de ver el universo,
denominada heliocentrismo, que trae consecuencias que marcan
la Modernidad. En estas circunstancias de crisis, Descartes in
-
tenta construir un sistema filosófico que resuelve esa incertidum
-
bre generalizada y encuentra en la razón humana su base de sus
-
tentación, sobre la cual construye un sistema de conocimiento
que resiste la crítica y el ataque de la duda; es decir, una filosofía
en la que el error no tenga cabida.
En consecuencia, René Descartes hace de la matemática y
su método, su ciencia preferida, y deja a un lado la educación li
-
bresca, característica de la época. A pesar de que sus críticos, le
endosan el forjamiento de sus conceptos principales y es toma
-
da de la escolástica, el uso de la aritmética, en el cual el análisis
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La Modernidad como proyecto de imponer la razón a la sociedad
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es un arte inventivo y representa el principal aporte del método
cartesiano.
La principal condición del método es no admitir como verdad
cosa alguna que no se conozca con certeza que lo es, se acepta
sólo lo que se presenta de manera clara y distinta; pero además,
Descartes postula que el hombre debe dirigir sus pensamientos
de manera ordenada; se comienza por los objetos más sencillos y
fáciles de conocer y luego, gradualmente avanzar hacia los obje
-
tos más complejos. Esto explica que proclame: los errores teóricos
no proceden de la falta de inteligencia, sino del camino seguido
para encontrar la verdad.
A lo expresado con antelación, se puede adicionar que Des
-
cartes observa en la geometría de Euclides, el mayor monumento
antiguo a la razón y en la ciencia de Galileo su más elaborada y
nueva expresión. En ambas, sus seguidores ven a la razón como
la única vía orientadora de la vida del hombre y tratan de ense-
ñarlas bajo la misma bandera que utiliza la fe en Dios. Pero así
como tuvo seguidores, especialmente en las universidades holan-
desas, que exponían su filosofía, contrariamente, La Sorbona de
Francia se mostró impermeable a sus postulados, ya que el Parla-
mento de París, había tomado la decisión de cerrarse a la influen-
cia de nuevas doctrinas.
No obstante, la razón instrumental, dogmática, legitimadora
de la burguesía y del absolutismo de Estado, comienza un período
de paulatino deterioro; el devenir del tiempo y la interpretación
contraria a la doctrina cartesiana, pronto especula con las limita
-
ciones y condicionantes realizadas. Por su carácter dogmático y
mecánico no se adapta a la cultura de la época, pues no evolucio
-
na con ella y carece de la flexibilidad propia de una ciencia, que
debe admitir críticas, refutaciones y retroalimentación para per
-
feccionarse. Es necesario, entonces, su refundación pero bajo los
efectos de un prisma de innovación y cambio, que conduce a asu
-
mir nuevas posiciones hermenéuticas frente a la realidad social, a
la acción ciudadana del hombre, si se recuerda a Hannah Arendt
a una razón gestora que sea permeable, abierta, amplia, clara,
que busque el consenso habermasiano de la comunidad científi
-
ca; es decir, “que recupere la dimensión ética y axiológica, (…) que
tienda a una visión futurista dentro de una perspectiva de globali
-
dad” (Gutiérrez, 2001). La flexibilidad exigida a la nueva razón,
permitirá el progreso mediante el perfeccionamiento y humaniza
-
ción de la acción social.
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1.2. El rol dirigente de la burguesía y el rendimiento
empresarial
La burguesía es una clase social caracterizada porque quie
-
nes pertenecen a ella no practican un trabajo manual y mantie
-
nen un status económico acomodado. Para el marxismo, la bur
-
guesía es por antonomasia la clase dominante de la sociedad ca
-
pitalista, propietaria de los medios de producción; aparece en el
siglo XI al agruparse socialmente los artesanos y comerciantes,
considerados como sectores marginales en las grandes ciudades
antiguas y medievales, que son dominio de los señores feudales.
Durante el feudalismo, esta clase social se enriquece al cambiar
la artesanía en una industria y transformar el comercio en una
empresa con alcance tanto nacional como internacional. Sin em
-
bargo, en esta fase de su desarrollo, sólo logra privilegios sociales
y políticos propios de la aristocracia.
El sistema de producción industrial comienza con la utiliza-
ción de máquinas complejas, las cuales son construidas en virtud
de la acumulación de grandes capitales, gracias al comercio o a
formas de producción más simples; así, los capitalistas logran el
control del mercado. “Históricamente, la industrialización co-
mienza a mediados del siglo XVIII en Inglaterra con la invención
del telar mecánico y la máquina de vapor, ambos utilizados ini-
cialmente en la industria textil; este proceso se extiende en el siglo
XIX a Alemania, Francia, Estados Unidos, Rusia, y progresiva-
mente a todo el mundo” (Morles, 1988: 80). De esta manera, el
maquinismo contribuye significativamente a aumentar el rendi
-
miento en las empresas y genera un proceso similar en otros sec
-
tores de la economía. Dicho rendimiento aumenta de manera
sustancial, con el uso de la electricidad y la aplicación de métodos
de racionalización del trabajo, hasta llegar a implantar en el siglo
XX una innovación en la producción como es la automatización
de las fábricas.
No obstante, en la medida que surgen nuevas necesidades
por la novedad de las máquinas, la burguesía prepara la mano de
obra especializada y hace énfasis en una mayor instrucción para
capataces y empleados de oficina, con el objeto de suministrar
mayor eficacia a la administración de sus empresas. Se les brinda
una instrucción muy elemental a los hijos de los obreros, pero la
burguesía al igual que la Iglesia, mira con recelo dicha formación
porque teme que surja la conciencia en la masa trabajadora, so
-
bre la forma de explotación a la que son sometidos. Sin embargo,
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pese a los esfuerzos de la burguesía por aumentar su poder eco
-
nómico-político, la clase trabajadora insiste en solicitar mayor
cantidad de reivindicaciones, lo que obliga a aquella a buscar
alianzas con la Iglesia. Así que, la burguesía anteriormente atea,
pues funda la educación laica, como ya se dijo en párrafos ante
-
riores, ahora necesita de alianzas estratégicas, aun cuando esto
contradiga los principios iniciales; tiene mayores necesidades
materiales y lucha para consolidar su poder y su prestigio.
El capitalismo, aun “cuando no existe en forma ideal y pare
-
ce no poder existir”, según Elliot (1973) mencionado por (Morles,
1988, p. 81), constituye un logro importante para la humanidad
en relación con otras estructuras sociales y económicas que le
precedieron. Marca el fin de la esclavitud y la servidumbre, ya que
consideran métodos degradantes de explotación; así logra conso
-
lidar una manera más elegante desde el ángulo social y humano
de la misma explotación, pero ahora enmascarada con el argu-
mento de exaltar el derecho inalienable del hombre, a vender su
fuerza de trabajo por más dinero. Así, el maquinismo sustituye al
esclavismo y cambia al siervo en obrero. En este sentido, se obser-
va que la mitificación de la ciencia y de la técnica, es decir la “cre-
encia dogmática” es un poder cuyas formas insustituibles preten-
den lograr un mayor bienestar al hombre, y en consecuencia de la
llamada cultura occidental y capitalista.
En este orden de ideas, la evolución de la economía como in-
terpretación predominante de la realidad mundana incluye a la
educación y todo lo social, se complementa en la práctica con la
degradación ambiental, las posibilidades de una nueva guerra
mundial, el crecimiento del desorden o desorientación moral que
produce pérdida de confianza en las normas sociales, con una cri
-
sis de solidaridad entre los miembros de una sociedad y la aliena
-
ción generalizada. En tal sentido, el éxito del capitalismo en el
mundo moderno, permite la caída de la tesis del progreso como
necesidad de la humanidad y como axioma de la Filosofía de la
Historia (Ballesteros, 2000). Sin embargo, el fracaso de la ideolo
-
gía del progreso resulta inevitable y como centro de gravedad de la
modernización tecnocrática, es interpretado bajo argumentos di
-
símiles y una perspectiva muy somera.
En virtud de lo dicho, se reafirma con Morles (1988), que en
cuanto a que el capitalismo es un sistema económico-político po
-
deroso y tiene carácter internacional, en el cual Estados Unidos,
es el mayor representante y el centro de acopio de la producción
de nuevas tecnologías, que incluye información y comunicación.
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Mediante este poder, se logra la hegemonía y utiliza métodos neo
-
colonialistas, como la explotación de los pueblos considerados
atrasados.
Al situarse en el panóptico ideológico, se observa que el capi
-
talismo se caracteriza por el individualismo que es el centro de
atención y no lo colectivo, el consumismo, la competencia abierta,
y el provecho materialista. En lo político, existe el predominio del
sistema de gobierno surgido de elecciones, que fomenta las liber
-
tades públicas, pero tiene como norte la defensa de la propiedad
privada. En el aspecto social, existen además de las dos clases
-
sicas, burguesía y proletariado, antagónicas y heterogéneas;
otros estratos con intereses e ideologías diversas y en ocasiones
hasta contradictorios en sus aspiraciones como: los campesinos,
la pequeña burguesía, los intelectuales, estudiantes, grupos con
-
siderados como marginales, que tratan de protagonizar las crisis
económicas, inherentes al capitalismo.
En este sentido, al sistema capitalista lo conforman un gru-
po de gobiernos de distintas tonalidades que van desde los labo-
ristas o socialdemócratas que difunden su defensa del socialis-
mo pero con ribetes capitalistas, hasta dictaduras de tipo fascis-
tas al estilo de la Alemania nazi y la Italia en la época de Mussoli-
ni. Sin embargo, en todos los estilos que operan en la realidad
siempre se encuentra la conversión de la fuerza de trabajo en
mercancía y la acumulación de capital mediante la posesión de
los medios de producción.
1.3. La globalización como discurso ideológico
El positivismo en su epistemología, acusa la invalidez de los
discursos religiosos y filosóficos, los cuales deben ser sustituidos
por el discurso científico; es decir, reemplazados por la ciencia.
Jacques Monod, premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1965,
delimita el campo del saber científico frente al del conocimiento
animista, término con el cual se designa al saber subjetivo que ca
-
rece de validez universal. A tales efectos, Monod coloca en los ani
-
mismos o ideologías tanto al cristianismo como al marxismo.
Como consecuencia de las críticas a la modernidad, los pen
-
sadores Habermas (1987) y Popper (1980) presentan propuestas
encaminadas a construir un concepto de razón más humana, a
fin de atenuar el modelo vigente, cargado de irracionalidad, ya
que representa un problema político, cuyo fin es legitimar a través
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de la ciencia los mecanismos de control tecnocráticos en las so
-
ciedades industrialmente avanzadas.
El epistemólogo Karl Popper, se une a Haberlas (1987) y a
Marcuse (1964) en su crítica a los positivistas. Su argumento de
fondo es que éstos (los positivistas) tratan de probar que “la meta
-
física no es más que un parloteo absurdo e ilusorio que se debe
arrojar al fuego. Para los positivistas, al hablar de carencia de
sentido o de absurdo, no expresan otra cosa que su rechazo a
aquello no perteneciente a la ciencia empírica, ya que la metafísi
-
ca se define normalmente como no empírica.
Durante el nacimiento y desarrollo del capitalismo, se bus
-
caron respuestas a los nuevos problemas y necesidades del hom
-
bre. Es preciso recordar el aumento de la población, la aparición
de las ciudades, el mercado, la constitución de las naciones, el
descubrimiento de América. Pero esto sólo era posible si se impo-
nía la racionalidad a través de la ciencia y la técnica; la idea era
imbricar racionalidad y ciencia. De modo que quienes lideraron el
capitalismo, asumieron estas disciplinas como medio para impo-
nerse y perpetuarse en el poder.
En efecto, según Habermas (1987):
La modernidad se caracteriza (…) porque ese mismo desen-
cantamiento merced al cual la religión y la Metafísica habían
superado la etapa del pensamiento mágico-mítico ha sacudi-
do ahora el propio núcleo de las imágenes del mundo raciona-
lizadas, esto es, la credibilidad de los principios teológicos y
ontológicos-cosmológicos. El saber religioso-metafísico reci
-
bido como doctrina se ha fosilizado en dogma; (…) el saber de
salvación y el saber cosmológico se diluyen en creencias últi
-
mas de tipo subjetivo (p. 442).
Habermas cuestiona explícitamente el uso de las tecnolo
-
gías, pues éstas han permitido que se desmitologice la imagen del
mundo, que resume como una desocialización de la naturaleza y
una desnaturalización de la sociedad, mezclándose así dos ámbi
-
tos de tipo objetual: los que representan la naturaleza y el entorno
socio-cultural.
No obstante, hace referencia a la confusión creada entre len
-
guaje y mundo, esto es, entre el medio de comunicación “lengua
-
je” y el entendimiento deseable al que puede llegarse en una co
-
municación lingüística. La explicación es que en el mundo mítico
visto holísticamente, es difícil establecer las distinciones semióti
-
cas entre el componente sígnico de una expresión lingüística, su
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contenido semántico y el referente con el que el hablante se rela
-
ciona por medio de esa expresión.
Es así que el capitalismo suministra una fuente de legitima
-
ción, que ya no depende de las tradiciones culturales o religiosas,
sino de la misma base del trabajo social. La institución del merca
-
do en la cual los propietarios privados cambian sus mercancías,
incluyendo el mercado en el que los individuos sólo tienen para
ofrecer su fuerza de trabajo, que la ofrecen al mejor postor, es la
que garantiza la justicia en la equivalencia de las relaciones del
intercambio.
Para el filósofo alemán, la institucionalización de una inves
-
tigación científica orientada a la revolución tecnológica y a su
aplicación a la industria, es una característica del capitalismo
avanzado. Las grandes firmas y corporaciones capitalistas invier
-
ten cantidades astronómicas en investigación científica con fines
militares; los resultados de ello pasan luego a la industria civil.
Al examinar la globalización del mundo como estrategia de
acumulación del capital, se puede observar que desde el punto de
vista histórico, ésta es tan antigua como los grandes imperios y sus
prácticas de colonización, a fin de imponer sus respectivos cáno-
nes, tales como el ordo romanus del Imperio Romano o el ordo chris-
tianus del Sacro Imperio Romano-germano. Además, globalizar re-
quiere poder, disponer de recursos y medios, entre otros factores.
Si se toma el término globalización en un sentido estricto, aso-
ciándolo directamente con el proceso mediante el cual se crea un
mercado mundial, como una red sin fronteras para el comercio del
dinero, la compra-venta de mercancías de todo tipo, de materias pri
-
mas, de productos industriales y servicios; entonces, la globaliza
-
ción aparece estrechamente vinculada a la aparición y expansión
del sistema capitalista de producción en los inicios del siglo XVI.
De esta manera, el mercado mundial, ya preparado por el
descubrimiento de América acelera prodigiosamente el desarro
-
llo del comercio, la navegación y de los medios de transporte por
tierra. Este proceso influye, a su vez, en el progreso de la indus
-
tria, y paralelamente en la medida en que el comercio, la navega
-
ción y los ferrocarriles crecían, también lo hacía la burguesía.
Así que mediante la explotación del mercado mundial, la bur
-
guesía conforma todo un proceso mundial en torno a la produc
-
ción y al consumo.
La historia moderna del capital comienza en el siglo XVI,
cuando se consolidan el comercio y mercado. Desde esta perspec
-
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La Modernidad como proyecto de imponer la razón a la sociedad
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tiva, se puede comprender que el fenómeno actual de la globaliza
-
ción no es tan nuevo como algunos entendidos pretenden, sino
que es un acontecimiento que está en estrecha relación con lo que
Marx denominó la biografía moderna del capital. Por tanto, la glo
-
balización actual no es más que la fase presente en la historia de
la expansión del capitalismo.
Al analizar la globalización y particularmente, si se busca
enmarcarla como universalización de políticas neoliberales, no se
puede pasar por alto los momentos históricos del colonialismo y
del imperialismo. Por estas razones, eo ipso, se acentúa el aspecto
de crítica a la posible ideología inmersa en el uso de este término.
Desde la óptica del enjuiciamiento filosófico de la globaliza
-
ción neoliberal, lo que se suele llamar hoy globalización, especial
-
mente a nivel económico, no es más que el manto con que se ocul
-
ta la realidad de una nueva colonización del mundo, por parte del
capital. Pero simultáneamente, se debe captar el sentido que sub-
yace en la globalización, cual es, la reducción del sujeto humano a
un simple instrumento mercantilista y el irrespeto a la conviven-
cia humana, aspectos estos que se pretenden ocultar.
Por otra parte, conviene en sentido autocrítico, advertir el
peligro de ideologizar esta crítica a la ideología de la globalización
pues, se puede no aceptar la novedad a través de la cual desafía
este acontecimiento. También se cree conveniente evitar caer en
la trampa neoliberal de hacer de la globalización un mito, pero se
debe evitar el negar el peso de este fenómeno en el mundo actual,
así como las consecuencias del alcance planetario que genera.
De tal manera que, si se tiene en cuenta la crítica anterior a
la globalización como mito e ideología, hay que reconocer su reali
-
dad como un complejo conjunto de procesos que interfieren
transformando los distintos sectores de las sociedades humanas.
Reflexiones finales
Según Follari (2006):
La modernidad, en fin, es entendida como tiempo dominado
por la subjetividad. No, por cierto la subjetividad del arte ni la
del rito, la de lo afectivo o lo expresivo, que es precisamente lo
que dicha modernidad confinó hacia el olvido o hacia la peri
-
feria. Se trata de la subjetividad racionalista que pretende el
conocimiento objetivo del mundo a fines de dominarlo, en el
sentido que Descartes planteó paradigmáticamente” (p. 43).
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Una vez más, se insiste en que el postulado fundamental de
Descartes, quizás sea la unidad de la razón, que al mismo tiempo
se convierte en el mayor legado que le otorga la filosofía clásica,
pero con una variante, la ratio no es ya una sustancia de origen di
-
vino, sino una facultad humana a la que Dios le brinda su respal
-
do, sólo si el hombre actúa de acuerdo con las reglas del Método;
eso explica que ahora la razón sea parte fundamental de la subjeti
-
vidad del humano. De esta manera, se constituye un triángulo en
el que cada vértice representa la sustancia, la razón y el hombre,
que sirve de episteme en el futuro, para resolver los asuntos y obs
-
táculos, tanto en el campo científico como en el filosófico.
Se coincide con Casalla (2001) en que a Descartes debemos
el reconocimiento de la sustancialidad del cuerpo, ya que fue en el
cartesianismo en el que el cuerpo adquiere una plena y única sus
-
tancialidad.
Además, plantea que:
Sólo desde él, se abre el ancho y problemático campo (…) para
el estudio científico del cuerpo humano y su vasta manipula-
ción técnica. Devenido hoy en verdadero modelo para armar
trasplantes o implantes o recombinar (ingeniería de genética
de por medio) como en tantas otras cosas, el buen Renato
abrió aquí una puerta tan necesaria como incierta (…) y no se
limitó solamente a esto, junto con la puerta de nuestro propio
cuerpo nos abrió las del mundo sin más.
En la parte educativa, se quiere destacar que en el nivel de
postgrado, los objetivos reflejan, tal dice Morles (1988), la comple
-
jidad y las contradicciones del sistema social imperante, pero se
prefiere aquellos que expresan los intereses de la clase dominan
-
te. En el momento en que los centros académicos de alto nivel di
-
señan los programas, no lo hacen para que lleguen al amplio es
-
pectro social, que conducen a la formación de científicos social
-
mente comprometidos; los orientan hacia la satisfacción de las
demandas del sector productivo, que exige un personal altamente
especializado, con aptitudes amplias para el abordaje de tecnolo
-
gía de punta o para optimizar la gerencia administrativa, maneja
-
da con criterios de eficiencia, eficacia y rentabilidad.
La caracterización de “cientificismo” elaborada por algunos
expertos en la materia (Oscar Varsavsky, 1969), continúa vigente
aún después de 38 años, a pesar de que en la actualidad sea olvi
-
dada. En este sentido, se postula que en una sociedad capitalista,
es una utopía separar la producción del conocimiento de los prin
-
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La Modernidad como proyecto de imponer la razón a la sociedad
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cipios básicos que orientan a esta sociedad; dichos postulados es
-
tán directamente vinculados con la maximización de las ganan
-
cias a través de la explotación del trabajo en el proceso de acumu
-
lación económica.
Se hace énfasis en que existe un tipo de paradigma caracte
-
rizado a la racionalidad capitalista, que es el paradigma de la pro
-
ducción. La justificación de la puesta en marcha de la esta razón
capitalista, está en la transformación de la sociedad en “una so
-
ciedad de consumo” que se manifiesta como corolario del proceso
de producción. Además, en el capitalismo existe el axioma que el
razonamiento sobre cualquier ente material o no, debe realizarse
en base a una racionalidad de tipo economicista, rentista y alie
-
nante. En este planteamiento se coincide plena y totalmente con
Márquez (2003).
Con base en la cita anterior, se justifica que en la Moderni-
dad, la razón haya perdido su función de criticarse a misma y
eso explica que la Teoría Crítica de la Sociedad, elaborada por los
miembros de la Escuela de Francfurt, muestre una interrogante
por la orientación que se le otorga en su evolución finisecular, tal
como lo expresa Delgado-Ocando, mencionado por Márquez
(1995, p. 1). Esta idea se puede complementar argumentando que
la crisis de la Modernidad se inserta en Occidente con la aparición
de la Ilustración burguesa, queda definida por una pragmática
que tiene sus bases ontológicas en un tipo de racionalidad, en la
cual los intereses técnicos prevalecen sobre los de tipo social. Así
inducen al hombre a la adquisición del poder que surge de la acu
-
mulación de bienes materiales por encima de valores morales y de
la libertad de acción en lo ideológico, y se separan de la necesidad
comunicativa con la otredad.
Se coincide totalmente con los postulados de Márquez (1995):
Ante este incierto y desviado horizonte, los pensadores que han
utilizado el pensamiento divergente acerca de las bondades de la
Modernidad, tienen el reto de diseñar un tipo de intersubjetividad
que hace posible la restitución de la verdadera razón al origen del
ser, a través del diálogo con sus referentes existenciales.
Con este artículo, no se pretende cerrar el tema en discu
-
sión, sino crear círculos hermenéuticos que permitan a aquellos
investigadores interesados en la problemática planteada, seguir
indagando en la arqueología de los saberes acumulados y engave
-
tados, como expresara Foucault, a fin de arrojar nuevas luces so
-
bre el tema investigado.
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______________________________________ Innovación y Gerencia. Vol. II. 1, 2009
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La Modernidad como proyecto de imponer la razón a la sociedad
Francisco Ávila Fuenmayor __________________________________________________