Innovación y Gerencia. Revista científica arbitrada
Vol. II. Nº. 2, Octubre 2009, pp. 91 - 107
UJGH ·ISSN 1856-8807
Ética y valores: Un imperativo en la
Educación Superior Latinoamericana
Arelis M. Urdaneta Briceño*
Sofía Sánchez de Urdaneta**
Ligia Yori Conil***
Resumen
El presente artículo tiene como objetivo reflexionar sobre la ética y valo-
res, imperativo en la educación superior latinoamericana, considerando
los criterios de Colom (2000), UNESCO (1998), Carreras (2001), Escobar
(2004), entre otros, a través de un estudio descriptivo-documental. El
presente siglo (XXI), introdujo cambios evidenciados en el entorno donde
operan las universidades, al exigir formas de interacción que guían la
conducta de sus miembros, potencian la autonomía y promueven diálo-
gos ante la pluralidad de opiniones. Los resultados demuestran la falta
de acciones prioritarias en el sector universitario, árido de principios y
valores que permitan el desarrollo de prácticas encaminadas hacia desti-
nos más prósperos; además, se evidencia la necesidad de impartir una
formación ética, que unida a la educación en valores oriente la genera-
ción del conocimiento y actúe en beneficio de la sociedad.
Palabras clave: Ética, valores, educación superior.
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* Doctora en Ciencias Gerenciales (URBE). Magíster en Gerencia de Recursos Humanos (UNERMB).
Licenciada en Administración (LUZ). Personal Docente Titular (UNERMB). Jefe de cátedra Teoría
Administrativa I, Departamento de Formación Profesional. Programa Gerencia Industrial. Cabi-
mas, Estado Zulia. PPI-Nivel I. E-mail: areliu@cantv.net.
** Doctora en Ciencias Gerenciales (URBE). Magíster en Docencia para la Educación Superior
(UNERMB). Licenciada en Administración (LUZ). Personal Docente Titular Jubilada de la
UNERMB. Maracaibo, estado Zulia. PPI-Candidato. E-mail: urdaneta.s@gmail.com.
*** Doctora en Ciencias Mención Gerencia. Magíster en Gerencia Financiera (UNERMB). Economista
(LUZ). Personal Docente Titular del Programa Administración y Proyecto de Gerencia Industrial
(UNERMB). Municipio Simón Bolívar del Estado Zulia. PPI-Nivel I. E-mail: ligiayori@hotmail.com
Recibido: 10-08-09. Aceptado: 12-10-09
Ethics and Values: An Imperative in Latin
American Higher Education
Abstract
The aim of this article is to reflect on ethics and values that are imperative
for Latin American higher education, based on criteria from Colom (2000),
UNESCO (1998), Carreras (2001) and Escobar (2004), among others,
through a descriptive, documentary study. The current century (XXIst) in-
troduced changes evidenced in the environment where universities operate,
by demanding forms of interaction that guide the behavior of its members,
empowering autonomy and promoting dialog in the face of a plurality of
opinions. Results indicate a lack of priority actions in the university sector,
aridity in terms of principles and values that permit the development of
practices moving toward more prosperous destinations. Furthermore, need
is shown for giving ethical training, which, united with values education,
guides knowledge generation and acts to benefit society.
Key words: Ethics, values, higher education.
Introducción
En la actualidad, el tema de la ética y valores en las universi-
dades ha adquirido gran importancia, por ello se hace necesario
tratarlo en forma pormenorizada, tomando en cuenta el deterioro
de principios en la conducta profesional, práctica familiar e insti-
tucional, lo cual origina dilemas éticos y conduce a exigir que quie-
nes se desempeñan como gerentes en las universidades sean por-
tadores de los más altos valores éticos, a fin de que ejerzan sus fun-
ciones desde la más estricta honradez y fidelidad, orientando sus
conocimientos y habilidades al mejor desempeño de sus cargos.
Desde esa perspectiva, la ética y los valores se han converti-
do en factores dominantes en las universidades latinoamerica-
nas, pues a través de ellos se pueden descubrir espacios para ges-
tionar el consenso entre los ciudadanos, responder socialmente a
las transformaciones requeridas por el contexto de la sociedad ve-
nezolana y lograr el diálogo ante la diversidad de opiniones y crite-
rios, aun cuando en las instituciones convivan personas con dife-
rentes enfoques ideológicos de carácter político, económico, reli-
gioso, entre otros.
Este escenario ha permitido plantear el presente artículo, el
cual tiene como propósito reflexionar sobre la ética y valores como
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imperativo en la educación superior latinoamericana. En aten-
ción a dicho asunto, es pertinente señalar el aporte de la dirección
por valores, planteado por García y Dolan (2003), quienes afir-
man que los valores y principios éticos se constituyen en herra-
mientas gerenciales, capaces de otorgar a las organizaciones un
sistema vital de funcionamiento, orientando sus acciones hacia el
mejoramiento continuo.
Para el desarrollo de este estudio, se abordaron un conjunto
de aspectos teóricos-conceptuales los cuales deben ser aplicados
en las universidades, a fin de contribuir entre otros objetivos con
la formación integral de profesionales caracterizados por la soli-
dez de su formación y su compromiso con la sociedad.
1. Fundamentación teórica
1.1. Ética como fundamento para organizar la vida
del hombre
El conocimiento de la ética constituye en la actualidad una
necesidad apremiante en todos los ámbitos de la sociedad y los
campos de acción, por lo cual ha adquirido un lugar relevante en
las organizaciones. En ese contexto, es definida desde la manera
cómo se debe comportar el hombre, a fin de llevar una vida prove-
chosa y positiva, hasta considerarla una ciencia. En ese sentido,
Guédez (2004) afirma que la ética procede de las convicciones y de
las decisiones ante los dilemas asociados a lo no previsto, es decir
a todo lo que no viene desde afuera, sino desde dentro de la con-
ciencia humana, es decir, es el código de principios morales.
Por otra parte, Carrillo y Álvarez (1998) definen la palabra
ética (de origen griego) como costumbre, conducta, comporta-
miento, actuar del hombre. Dichos autores hacen referencia al
deber ser y al deber hacer del individuo, quien como ser reflexivo
es capaz de darse cuenta de sus actos para juzgarlos, valorarlos,
orientarlos y proponerse metas y fines.
Otra posición sobre la ética es la de Savater (1998), cuando
habla de los niveles de moralidad y la refiere habitualmente a -
ximos y mínimos. La de máximos propone alcanzar la felicidad, el
placer y satisfacción, y la de los mínimos es la cívica, la cual busca
establecer pautas para armonizar las conductas de los individuos
en cualquier sociedad. Identificada esta última con la utilidad so-
cial y la dimensión de justicia, estableciendo un conjunto de re-
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quisitos elementales de respeto para la convivencia del hombre
sin hacerle daño a los demás.
Para Etkin (1993), la ética es el fundamento cuyos valores
esenciales deben organizar la vida social tales como la libertad y
la dignidad humana, también se basa en conceptos morales como
el bien común, lo bueno, equitativo y justo.
Asimismo, de acuerdo con el significado etimológico, ética es
una teoría o un tratado de los hábitos y las costumbres. Al respecto
Escobar (1992), la conceptualiza como una rama de la filosofía
donde su campo de investigación es la moral, creación ésta exclu-
siva del hombre, quien es el único con sentido o componente ético o
una conciencia moral; y ésta última constituye un fenómeno emi-
nentemente social, puesto que rige la vida del hombre en sociedad.
La ética también ha sido interpretada como la consideración
que se tiene acerca de la forma como afectan las decisiones de
unas personas a otras; de igual manera como el estudio de los de-
rechos y las obligaciones de la gente, las normas morales que las
personas aplican en la toma de decisiones y en la naturaleza de
las relaciones humanas. De este modo, la ética ha representado
siempre, y más aún en la actualidad, una necesaria herramienta
gerencial para el avance de las organizaciones, por cuanto orienta
la búsqueda de las mejores actuaciones. De allí que, no debe que-
darse sólo en el conocimiento teórico de lo que resulta ético o no,
sino considerarla en la práctica de las acciones. Es decir, actuar
de acuerdo a lo que ella exige, además de tomar en cuenta los in-
tereses de la sociedad.
Como puede observarse, las definiciones de ética conducen
a pensar que ésta no es un concepto absoluto, por lo que puede
ser interpretada desde diferentes formas según como se analice.
No obstante, su desarrollo teórico ha estado tradicionalmente
unido al comportamiento moral de las personas en la sociedad en
general y en las organizaciones en particular. También se ha aso-
ciado con las obligaciones de la gente y las normas morales, que
los individuos aplican al tomar decisiones.
Desde esa perspectiva, se asume la idea de que la ética es
una fuerza que permite a los hombres obrar en lo valioso a través
de los acuerdos o que posibilita cumplir acciones significativas
que son compartidas; es decir, operar en el marco de lo social-
mente deseable. Los códigos e instrumentos éticos deben utilizar-
se como freno de las actitudes y conductas no aceptadas por la so-
ciedad.
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1.2. Valores y relaciones humanas
El concepto de valor se identifica con los criterios que sirven
para evaluar, aceptar o rechazar normas o conductas; en ese sen-
tido, se refiere al comportamiento de los hombres. Según Guédez
(2004), los valores reflejan la congregación de creencias y conduc-
tas motivadoras y orientadoras, entre el creer y el actuar; median
los procesos de pensar, sentir, percibir y expresan la integridad
de las personas y organizaciones.
Los valores se consideran cualidades que no tienen existencia
real (tangible) sino virtual; valen como sentimientos, se generan y
alojan en la conciencia. Un ejemplo de ello está representado por la
honestidad, la verdad y el bien. Éstos constituyen el cimiento de
las organizaciones, al generar beneficios para las personas y las
empresas cuando se analizan sus verdaderos alcances.
Es necesario destacar la dinámica que se establece cuando
hay controversias o afinidad entre los valores personales y los de
la organización. Guédez (2004) plantea la ética como parte de la
cultura organizacional, además de convertirla en un explícito y
fundamental eje, a fin de establecer correspondencias armónicas
entre las éticas personal, profesional y organizacional.
Según Carrillo y Álvarez (1998), los valores son conceptos, es
decir, elaboraciones mentales para identificar y expresar cualida-
des propias de los seres; representan aquello por lo cual el indivi-
duo está dispuesto a pagar un precio y sirven a los hombres para
rechazar o aceptar su conducta. Desde ese punto de vista, García y
Dolan (1997) afirman que éstos son aprendizajes estratégicos, re-
lativamente estables en el tiempo, capaces de expresar que una
forma de actuar es mejor que su opuesta, con el propósito de con-
seguir los fines; implican una forma de juzgar, sopesar, tasar y
comparar.
Actualmente, son muchas las posiciones teóricas aportadas
que avalan la importancia de los valores para las organizaciones,
aludiendo que éstos son determinantes y sirven de apoyo para la
prosperidad de cualquier empresa, pues el funcionamiento de
ellas está vinculado por los valores que posee.
Por cuanto pueden darse controversias sobre el tema, es im-
portante señalar su jerarquía. De acuerdo con Scheler (1941), ci-
tado por Escobar (2004), los valores se clasifican según los si-
guientes criterios: de lo agradable y lo desagradable, vitales, espi-
rituales y religiosos.
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Las categorías más comunes son: lógicos, éticos y estéticos.
Por su parte, Frondizi (2002): los jerarquiza como: objetivos y
subjetivos, inferiores (económicos y afectivos), intermedios (inte-
lectuales y estéticos) y superiores (morales y espirituales). A juicio
de Rokeach (1973), los valores pueden ser: instrumentales o rela-
cionados con modos de conducta (valores morales) y terminales o
referidos a estados deseables de existencia (paz, libertad, felici-
dad, bien común). Este planteamiento sugiere que el hombre de-
berá adoptar su propia jerarquización en función de sus intereses
y del entorno socio-cultural en el cual esté inmerso, de manera
que pueda sentirse satisfecho de sus actos sin perjudicar a las de-
más personas.
Según Davis y Newstrom (1990), el tema de los valores resul-
ta complejo puesto que en las organizaciones conviven numero-
sas personas cuyos comportamientos responden a una cultura
familiar particular, en la cual prevalecen pautas y códigos que se
manifiestan en actitudes y reflejan valores sustentados en creen-
cias arraigadas no coincidentes con la visión, paradigmas y nue-
vas formas de abordar las situaciones originadas por la moderni-
dad. Ante esta situación, se exige a los especialistas del tema,
abocarse a su estudio y a esclarecer la problemática, pues su im-
portancia es crucial como criterio para tomar decisiones, en el
sentido que los valores no sólo identifican los resultados espera-
dos, sino también indican cómo deben actuar los miembros de
una organización.
Otro punto de vista a resaltar es el referido a que los valores
identifican las prioridades claves para que una organización so-
breviva y se mantenga activa, minimizando los gastos de recursos
financieros, energía y tiempo; además, en cualquier institución
los valores se definen con la intención de que sean promotores de
comportamientos.
Basado en este conjunto de ideas, Guédez (2004) plantea
que los valores reflejan la conjugación de creencias y conductas,
determinan que dichas creencias son motivadoras y expresan la
coherencia de las personas y organizaciones. Ante esto se infiere
que los valores compartidos son un arma competitiva para cual-
quier organización sea pública o privada, puesto que energizan al
personal para dar su máximo esfuerzo por el bienestar de su em-
presa; además de generar moral alta, confianza, colaboración,
productividad y éxito, lo cual conlleva a una mejor relación de la
institución con el entorno. No obstante, cuando los valores entre
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el personal y la empresa están distanciados, se generan bajos de-
sempeños y se origina un clima organizacional inoperante.
Por otra parte, las organizaciones que alardean de sus valo-
res y los establecen sólo en el papel, sin traducirlos en conductas
y decisiones consistentes, demuestran que es más sencillo definir
un listado de valores estratégicos que practicarlos. De allí, la ne-
cesidad de legitimarlos en la organización, es decir, llevarlos al te-
rreno práctico y aplicarlos en la toma de decisiones, contratación,
operaciones, entre otros. Estos deben estar presentes en toda la
empresa para que así logre sus éxitos y resultados.
Se puede afirmar que los valores operan a escala de la socie-
dad (se transmiten, mantienen o cambian a través de la ideolo-
gía), organización (la institución se distingue a partir de sus valo-
res organizacionales) y de los individuos (éstos se conocen a partir
de sus valores personales y familiares).
1.3. Valores y educación
La educación, como proceso dirigido a la consecución de ob-
jetivos determinados o específicos, se constituye en elemento de
primordial importancia en todo lo relacionado con la ética, forma-
ción de valores y perpetuación de la moral. Desde ese punto de
vista, la educación en todos sus niveles pero en especial en el su-
perior, debe tener incidencia en la formación de los principios que
deben caracterizar al hombre del nuevo siglo.
En lo referente a la educación superior, es necesario que to-
dos los involucrados participen de forma efectiva y coherente en el
establecimiento de valores y consolidación de conductas éticas,
pero para ello se requiere que estudiantes y profesores acepten
determinados objetivos refrendados en dichos principios, pues
sólo de esa forma se conseguirá enseñar, educar y guiar la cons-
trucción de una personalidad humana y sólida.
Carrera (2001) plantea la necesidad de educar en principios
y valores para darle importancia a la idea de: hombre, mundo,
vida e historia. Por ello surge el interés de insertar en las universi-
dades una pedagogía sobre estas premisas, dirigida a educar a los
estudiantes y orientarlos hacia la ponderación real de las cosas,
con el objeto de entender que la vida tiene sentido y es ineludible
respetar la dignidad de todos los seres humanos.
Desde ese punto de vista, el objetivo de la Educación Supe-
rior, según la posición asumida en la Declaración Mundial sobre
la Educación del siglo XXI (1998), es ayudar a los estudiantes a
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moverse libremente por un universo de valores para que apren-
dan a conocer, querer e inclinarse por todo aquello noble, justo y
valioso.
En este sentido, formar a partir de estos principios es educar
moralmente, puesto que los valores enseñan al individuo a com-
portarse como hombre, establecer una jerarquía entre las cosas y
llegar a la convicción de que algo importa o no, vale la pena o no,
representa un valor o contravalor. Es así como una vez interiori-
zados se conviertan en guías o pautas de conducta que permiten
definir con claridad los objetivos de la vida, ayudando a aceptar-
los y a estimular tal y como son, facilitando una relación madura
y equitativa con las personas y las cosas.
Por tanto, las universidades deberían ocuparse y preocupar-
se por una educación moral hacia sus estudiantes y contribuir
con la construcción sus propios criterios, para que sepan tomar
decisiones de cómo enfocar y orientar su vida.
A juicio de Colom (2000), a través de una agenda educativa
se puede lograr una verdadera internalización de valores. La
educación es considerada un instrumento adecuado para el
cambio no sólo individual, sino social. Además de formar a gru-
pos de individuos con principios comunes, a la larga posibilita
innovaciones comunitarias y sociales e impulsa a cambios de ac-
titud en un colectivo para el mejoramiento de la calidad de vida,
con justicia y equidad.
De igual manera, la ética tiene un gran desafío que debe em-
prender para lograr fusionar la eficiencia organizacional, los valo-
res, principios morales y el respeto por la vida. De este modo,
como lo afirma Savater (1998), el aprendizaje a través de la comu-
nicación con los semejantes y la transmisión deliberada de pau-
tas y valores es un proceso necesario a objeto de adquirir la plena
estatura humana; para ser hombre no basta con nacer, es im-
prescindible también aprender por medio de la educación y la
convivencia social y llegar a ser efectivamente seres humanos.
Al respecto, Pardo (1995) señala tres direcciones orientadas
hacia la educación a saber: la modificación de los valores que se
transmiten mediante la educación, abogando por: responsabili-
dad, solidaridad, comunicación, entre otros; organizar de diferen-
te manera el proceso educativo, con la inclusión de los agentes so-
ciales y la participación de la población y por último, plantear
nuevos programas y metodología, propiciando la resolución de
problemas.
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De esta manera, puede señalarse que la educación juega un
papel trascendental en los procesos de transformación y mejora-
miento de la sociedad; por tanto, hace falta promover la voluntad
de cambio que se requiere en los diferentes niveles educativos; así
como afianzar los principios y valores éticos para lograr una edu-
cación de excelencia.
1.4. Universidad y sociedad
Según la Ley de Universidades (1970), el artículo 1 señala
que: la Universidad es fundamentalmente una comunidad de in-
tereses espirituales que reúne a profesores y estudiantes en la ta-
rea de buscar la verdad y afianzar los valores trascendentales del
hombre. Su enseñanza debe inspirarse en un definido espíritu de
democracia, justicia social y de solidaridad humana y tener aper-
tura hacia todas las corrientes del pensamiento universal.
Como instituciones al servicio de la sociedad, deben realizar
una función rectora en la educación, cultura y ciencia. Por lo que
todas sus actividades se dirigirán a crear, asimilar y difundir el
saber mediante la investigación y la enseñanza, a completar la
formación integral iniciada en los ciclos educacionales anteriores
y a formar los profesionales que necesita el país para poder desa-
rrollarse.
1.5. Desafíos éticos en las universidades de América
Latina
La crisis de los sistemas de Educación Superior en América
Latina, se hace más sentida especialmente en las universidades
públicas. Es casi seguro, que allí se encuentra la expresión más
dramática de los problemas existentes: instituciones superpobla-
das e infradotadas, con escaso prestigio ante la opinión pública;
profesores mal pagados y muchas veces desmoralizados; estu-
diantes descontentos y expuestos a un futuro laboral incierto.
Esta situación se manifiesta también al interior de las mismas:
los académicos producen escasamente o lo hacen de manera poco
relevante para la sociedad; esta situación alcanza un nivel máxi-
mo y se expresa como ingobernabilidad, pérdida de legitimidad,
entre otros, afectando las relaciones entre el sistema de Educa-
ción Superior, la sociedad y el Estado.
Además, se presentan otra serie de desafíos específicos, entre
ellos dar respuesta a las demandas y expectativas de la sociedad,
considerando que gran parte de sus miembros se halla en pobreza
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crítica. Por su parte, los países latinoamericanos según García
(1997), deberán considerar de forma estratégica los siguientes
elementos: la creación de una cultura de justicia social y de los
derechos humanos; el desarrollo de una ética cívica y de servicio a
la sociedad; el rescate de los valores regionales, universales y de fe
en los pueblos de este continente. Por lo que es indispensable
para esto, definir la nueva misión de la educación superior, espe-
cialmente la de cada universidad y acentuar la responsabilidad
social de los que tienen el privilegio de tener acceso a ella.
En este orden de ideas, otro desafío que debe enfrentar la
universidad es ser capaz de cumplir con su cometido ético y para
ello debe ser una institución basada en el mérito, como lo señala
el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Huma-
nos (1948): “Todos tendrán acceso a la enseñanza superior en
función de sus méritos.” De igual manera, la universidad debe
contribuir con la preservación del legado de las generaciones pre-
cedentes, la cultura, naturaleza, costumbres y sobre todo el patri-
monio ético; este último, adquiere cada vez mayor relevancia por-
que los valores otorgados a las generaciones venideras determi-
narán la arquitectura del mundo del mañana.
Durante los últimos treinta años, la Educación Superior ve-
nezolana ha crecido en complejidad; se han abierto numerosas op-
ciones de especialización profesional en los programas de pregrado
y el régimen de estudios se ha vuelto progresivamente más flexible
para atender las necesidades e intereses específicos de los nuevos
grupos de estudiantes, lo cual se ha convertido en uno de los más
importantes desafíos para las universidades venezolanas.
Del mismo modo, en Venezuela las instituciones educativas
revisten importancia fundamental para el desarrollo socio-cultu-
ral y económico del país, ya que son claves en el afianzamiento de
los valores éticos y morales necesarios para la formación de los fu-
turos profesionales que egresarán de ellas, acreditadas por las
autoridades competentes del Ministerio del Poder Popular para la
Educación Superior.
Actualmente, las universidades públicas en Venezuela en-
frentan dificultades relativas al financiamiento, problemas de
mediación del aprendizaje, de infraestructura y servicios, perti-
nencia de los planes de estudio, de la dinámica del entorno, masi-
ficación, ubicación de los egresados en el campo laboral, entre
otras; lo que supone enfrentar desafíos imponentes a la coyuntu-
ra actual, desde el punto de vista económico, social, político y tec-
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nológico. Siendo, éstas las llamadas a emprender los procesos de
transformación y renovación de la sociedad, a fin de superar la
profunda crisis en la cual están sumergidas.
Por otra parte, un desafío que deben enfrentar las institucio-
nes educativas está relacionado con los bachilleres que ingresan
a cursar estudios de tercer nivel. Al respecto, Rodríguez (2002),
en sus reflexiones generales resalta que la mayoría no ha desarro-
llado sus capacidades para analizar, comparar o confrontar tex-
tos o situaciones sociales, históricas, literarias, entre otras.
En el mencionado documento también se hace referencia a
una serie de características más significativas de los jóvenes de
hoy que posteriormente ingresarán a las universidades, entre
ellas se destacan las siguientes: tienen una disposición perma-
nente para el humor, el trabajo en grupo, la alegría, el juego, el
baile; rasgos éstos que pueden ser utilizados para crear un currí-
culo humanizado, capaz de atender las diversas necesidades so-
ciales, emocionales y expresivas.
De lo antes descrito, surge un imperioso y necesario desafío
para las instancias de educación superior, las cuales están reci-
biendo bachilleres que en su mayoría presentan las característi-
cas señaladas; en consecuencia, deberán emprender una ardua
tarea para la construcción de la eticidad y valores, de forma tal
que ayuden a tomar decisiones acerca de lo que se considere de-
seable, correcto o bueno y promuevan principios tales como: la
verdad, justicia, honradez, que proporcionan solidez y consisten-
cia moral ante situaciones de mentira, falsedad, injusticia y
deshonestidad. En este orden de ideas, los valores tienen como
función guiar la acción, construir bases para las conductas y cre-
encias, a fin de generar cambios personales y grupales.
Otro desafío está vinculado con los docentes que reclaman la
actual realidad, la cual demanda de un fuerte componente ético y
de valores en el sector universitario. Éstos deberán plantearse
muchas reflexiones y una redimensión en relación con su forma-
ción, desempeños prácticos y axiológicos (valores) y situación ac-
tual (emocional, física y espiritual). Como educadores tendrán
que evaluar la pertinencia de los aprendizajes y no sólo deben in-
cluir contenidos teóricos asociados a la formación profesional,
sino también formarse para la teoría y práctica de valores y ética
afianzados en la conciencia, y con sensibilidad ante los proble-
mas sociales de la comunidad.
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1.6. Acciones prioritarias en cuanto a ética y valores en
la Educación Superior
Tomando como base la Conferencia Mundial sobre la Educa-
ción Superior, realizada en París, sede de la UNESCO en el año
1998, se proponen las siguientes acciones prioritarias que deben
cumplir todas y cada una de las universidades:
·Revisar, actualizar y promover la misión, visión y
valores universitarios
En cuanto a la misión de las universidades se puede afirmar
que la misma es: educar, formar y realizar investigaciones a obje-
to de contribuir al desarrollo sostenible y al mejoramiento del
conjunto de la sociedad, para ello se debe: formar profesionales
altamente calificados y ciudadanos que participen activamente
en la sociedad; promover, generar y difundir conocimientos por
medio de la investigación; propiciar el aprendizaje permanente;
contribuir a comprender, interpretar, preservar y difundir las cul-
turas nacionales, internacionales e históricas en un contexto de
pluralismo y finalmente, fortalecer los enfoques humanistas.
En lo que respecta a la visión, las universidades deben ser
una instancia innovadora en la creación de espacios académicos
suficientes y necesarios para el mejoramiento continuo, tanto del
entorno, como del capital humano, donde la formación, profesio-
nalización y desarrollo integral del personal serán los principios
fundamentales que guíen sus actividades en la búsqueda perma-
nente de la calidad institucional.
Respecto a los valores, las universidades deberán afianzar
el respeto a la ética y a los principios morales al rigor científico e
intelectual, tomando en consideración los diferentes enfoques
multidisciplinarios. De tal manera que la educación en las uni-
versidades deberá ser accesible a todos en función del mérito, sin
que exista ninguna discriminación. Ante ello, se proponen los si-
guientes valores rectores:
Compromiso: anteponer el bienestar universitario y social a
lo personal en el desarrollo laboral.
Responsabilidad: actuar de acuerdo con el compromiso esta-
blecido con la institución, respetando sus normas y regla-
mentos.
Respeto: brindar y exigir conductas que enaltezcan el sentido
institucional, sin dañar la integridad de las personas.
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Confianza: dar seguridad y certeza a los usuarios en cual-
quier actividad que se realice para crear un entorno favora-
ble.
Honestidad: pensar, hablar y actuar con apego a principios y
valores morales.
Liderazgo gerencial: basado en el diálogo permanente con to-
dos los actores que integran la vida universitaria.
Endocalidad: traducida en una gestión humana.
Administración eficiente de sus recursos.
Fomento de la creatividad, innovación y trabajo en equipo.
Búsqueda permanente de la excelencia.
Reforzar, fomentar y difundir valores éticos compartidos.
En atención a lo expuesto, el logro de la misión depende de
que las partes involucradas disciernan sobre el desarrollo e inte-
riorización de sus valores, a través de estrategias éticas que con-
duzcan a mejorar el rendimiento académico, disminuir la conflic-
tividad, lograr la socialización del individuo y la asimilación e in-
tegración de valores, actitudes y normas.
·Difundir la ética en términos de: autonomía,
responsabilidad y prospectiva
En materia de autonomía universitaria, hace más de 20
años que ésta se elevó a garantía constitucional. En este sentido,
se debe señalar que a partir de la Ley Orgánica que regula a cada
universidad, se determina su régimen interno, reglamentando lo
relativo a la elección, designación y períodos de sus autoridades.
Legisla además, en materia laboral, estableciendo los requisitos,
méritos académicos y los mecanismos para el ingreso del perso-
nal, así como para la promoción y permanencia de éstos. En tér-
minos generales, establece las atribuciones que se le otorgan a la
institución en su instrumento legal.
Por lo que, en cuanto a la función ética, autonomía, respon-
sabilidad y prospectiva, las universidades deberán desarrollar las
funciones fundamentales de todas las actividades a las exigen-
cias éticas y del rigor científico e intelectual. Asimismo, deberán
reflexionar, comprender y actuar acerca de los problemas éticos
culturales y sociales con total autonomía y plena responsabilidad
para defender y difundir activamente valores universalmente
aceptados tales como: la paz, justicia, libertad, igualdad y solida-
ridad, en el marco de su función prospectiva.
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·Orientar la pertinencia a largo plazo
Las universidades requieren de normas éticas, imparcialidad
política, capacidad crítica y al mismo tiempo una mejor articula-
ción con los problemas de la sociedad y del mundo del trabajo, fun-
dando las orientaciones a largo plazo en objetivos y necesidades
sociales comprendidas en el respeto de las culturas y la protección
del ambiente. El largo plazo también comprende sus funciones de
servicio a la sociedad y concretamente sus actividades deben estar
encaminadas a contribuir con la erradicación de la pobreza, intole-
rancia, violencia, analfabetismo, hambre, deterioro del ambiente,
a través de planteamientos interdisciplinarios.
·Promover el conocimiento mediante la investigación
El progreso del conocimiento mediante la investigación es
una de las funciones esenciales de las universidades, por lo cual
tienen el deber de promoverla e impulsar la generación de conoci-
mientos para dar respuesta al entorno cada vez más exigente; así
como: fomentar y reforzar la creatividad, innovación e interdisci-
plinaridad en los pensa de estudios, a fin de modernizarlos. Tales
investigaciones, deberán utilizarse en provecho de la humanidad
y protegerse para evitar su uso indebido. Igualmente, estarán
atentas de velar porque todos los miembros de su comunidad
académica reciban formación, recursos y apoyo suficiente, ya que
de esta manera se garantizará un alto nivel de calidad y éxito.
·Cooperar con el entorno laboral y prever las
necesidades de la sociedad
Las universidades deben reforzar y renovar los vínculos en-
tre el aprendizaje en el aula, el mundo del trabajo y otros sectores
de la sociedad. Dichos nexos se pueden fortalecer mediante la
participación de sus representantes (docentes y estudiantes) en
los órganos rectores, quienes tomarán en cuenta sistemática-
mente las tendencias manifiestas en el mundo laboral y en los
sectores científicos, tecnológicos y económicos, a fin de satisfacer
las demandas planteadas en el ámbito del trabajo.
·Diversificar la igualdad de oportunidades
En cuanto a la diversificación como medio para reforzar la
igualdad de oportunidades, las universidades deberán dar res-
puesta a la masificación y a la vez ofrecer a los estudiantes distin-
tos modos para acceder al aprendizaje, dar cabida a grupos públi-
cos cada vez más heterogéneos, con miras a la educación a lo lar-
go de toda la vida, lo cual supone que puedan ingresar en el siste-
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Arelis M. Urdaneta Briceño, Sofía Sánchez de Urdaneta y Ligia Yori Conil ____________
ma y salir de él fácilmente. Por tanto, deberán ofrecer una amplia
gama de posibilidades de educación y formación traducida en:
cursos formales, horarios flexibles, cursos en módulos, video
conferencias, entre otros.
·Reforzar y actualizar los pensa de estudios e incluir
como asignatura la ética gerencial
Esta acción prioritaria reviste gran importancia en las uni-
versidades, puesto que se hace urgente la revisión y actualización
de los pensa de estudios para lograr egresar profesionales alta-
mente preparados, capaces de enfrentar los desafíos que deman-
da el entorno y promoviendo una conducta ética fundamentada
en valores.
2. Metodología
El presente artículo se tipifica como descriptivo, por cuanto
se enfoca a analizar la ética y los valores como imperativo en las
universidades de América Latina. Además se considera docu-
mental bibliográfico, debido a que en él se evalúan aspectos teóri-
cos relacionados con el tema, además de analizar e interpretar la
información recopilada de documentos referidos a la ética y los
valores en la educación superior latinoamericana.
Consideraciones finales
La imperiosa necesidad que existe de incorporar en la educa-
ción superior la formación en valores, debe ir acompañada de:
una posición filosófica sobre los modelos de sociedad y Estado, la
relación entre individuos, de concretar en la realidad la sociedad
que se espera, respeto y cumplimiento de los deberes y derechos
del hombre y del ciudadano, construcción y profundización de la
democracia, desarrollo de la familia, reconocimiento del mérito,
mejoramiento de la calidad de vida, pluriculturalidad, transpa-
rencia en la administración pública, seguridad jurídica, defensa
del ambiente, entre otros; de manera tal que se pueda construir la
eticidad gradual y progresivamente.
La formación ética y los valores de los nuevos profesionales
deben ser una preocupación para las universidades, trascendien-
do la capacitación que se brinda para interesarse también en la
formación y el carácter de los estudiantes; ya que, durante su per-
manencia en las mismas, tienen derecho a recibir un esbozo de la
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sociedad deseable y formarse un juicio ético sobre la institución.
De tal manera, que si en éstas hay preocupación creciente en re-
lación con la ciencia, también debe haberla por estos principios.
En consecuencia, urge la necesidad de crear espacios en los
que sea posible encontrar experiencias de valor que signifiquen su
vida y posibiliten obrar con base a principios, todo esto con miras a
su futura actuación en el campo laboral en el cual deberán convertir
en realidad lo improbable, crear lo verdadero y romper con el mito
que para ser eficaz hay que perder lo estimado e importante.
Cuando se planifique una carrera, cualquiera que sea, debe
señalarse además del perfil profesional, el campo y las prácticas
respectivas, estableciendo expresamente conocimientos, habili-
dades, destrezas y aptitudes, donde los valores significan que to-
dos los egresados de las universidades deben tener una forma-
ción ética que les permita ejercer su profesión con pulcritud, de-
dicación, honestidad, responsabilidad y solidaridad humana, sin
prácticas corruptas.
Los desafíos éticos de las universidades latinoamericanas
deberán ir más allá de la búsqueda exclusiva de la racionalidad
económica en el manejo de sus presupuestos; por lo cual estarán
orientadas a convertirse en una organización vital, con un pro-
yecto de vida para hacer frente a las dificultades de financiamien-
to, de una mejor capacitación del personal, formación basada en
las competencias, mejora de la calidad del aprendizaje, investiga-
ción, servicios, pertinencia de los planes y a su vez, a los retos que
suponen las nuevas oportunidades que abren las tecnologías, los
nuevos conocimientos y los cambios del entorno.
Finalmente, se espera que las universidades latinoamerica-
nas se conviertan en el gran espacio solidario, sin fronteras ni -
mites, que promuevan y participen activamente en la consecu-
ción de un nuevo pensamiento social y ético que conduzca a las
transformaciones del mundo, de cada país y región. En este senti-
do, están llamadas a ser organizaciones inteligentes, vivas y vita-
les, asumiendo un aprendizaje permanente.
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